31/12/06

The Best

Maridaje musical: Simply the best (Tina Turner)



A mi hermana la pija se le puede perdonar todo por la autoría y elaboración de este plato. Para nosotros es un cóctel navideño, simplemente porque sólo lo hacemos en navidad y nochevieja. El resto del año está terminantemente prohibido y desde que alcanza mi memoria nunca nos hemos saltado esta norma. Creo que parte de su éxito radica precisamente en saber que sólo podemos disfrutar de él dos veces al año. En los tiempos de abundancia, la rutina mata el placer.

INGREDIENTES
Media lechuga de roble
Unas cuantas hojas de escarola
Unas cuantas hojas de lechuga de invierno
8-10 palitos de chaca
Una docena de langostinos grandes
2 aguacates maduros
Salsa rosa

ELABORACIÓN
Picar todos los ingredientes en trocitos pequeños. Los aguacates picarlos los últimos para que no se oxiden. Añadir la salsa rosa y revolver bien. Servir muy frío y con un vino blanco. Si os gustan semi-dulces, os recomendamos nuestro último descubrimiento: Satinela (Marqués de Cáceres, Rioja). Es un vino blanco joven elaborado con vendimias tardías de Viura y Malvasia. Su dulzor proviene, por lo tanto, de esas uvas maduras y no de azúcares añadidos. Si os van más los secos, un verdejo de Palacio de Bornos (Rueda), joven o envejecido, nunca falla.

3/12/06

Patatas a la Importancia

Maridaje musical: The heart remains a child (Everything but the girl)


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Érase una vez un niña de nueve años que dejó su casa y su familia en un pueblecillo de las Tierras Altas de Soria para ir a servir a unas amas en Arnedo. Esto no es un cuento, pero las amas eran igualmente malajes y tacañas, como las de Cenicienta. En fin... El caso es que esa niña, mi tía Juana, vivió y trabajó para ellas hasta que se casó a finales de los años cuarenta. Desde entonces circula en mi familia esta receta (que es típica de Castilla y León), pero que en nuestro tuper lleva el sello inconfundible de la cocina de mi tía. Es curioso cómo algunas recetas se asocian estrechamente a determinadas personas. Son espejillos mágicos que reflejan su esencia de forma más precisa que cualquier descripción o fotografía. Mi tía es como estas patatas: una persona sencilla, de la tierra, con pocos adornos, de carácter contundente y rotundo, que te nutre y te enriquece con su sola presencia, con una piel gruesa propia de una mujer que se ha hecho a sí misma en un contexto histórico difícil, pero con un corazón blanco y tierno por dentro. Su "importancia" en la familia está también fuera de toda duda...su amenazadora zapatilla "antianorexia" fue un ingrediente esencial a la hora de la comida en la infancia de muchos de sus miembros.

INGREDIENTES
Patatas
Huevos
Harina
Ajo (un par de dientes de ajos)
Perejil
Laurel
Sal
Pimienta negra en polvo

ELABORACIÓN
Se pelan la patatas, se lavan y se cortan en rodajas de medio centrímetro de espesor apróximadamente. Se sazonan, se pasan por harina y huevo (batido) y se fríen ligeramente hasta que cuaje el huevo. Se colocan en una cazuela, con la hoja de laurel, un par de cucharadas o tres del propia aceite de freírlas y se cubren de agua. Se cuecen a fuego rápido. Se va rectificando el agua hasta que estén cocidas. Cuando están ya tiernas, se les añade un majado de ajo y perejil. Se rectifican de sal y se les da un último hervor. No deben quedar secas, sino jugosas, con algo de caldo. Se les espovorea un poco de pimienta y se sirven.

Chochetes

Maridaje musical: Fast Love (George Michael)


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No os habéis equivocado de página. Este sigue siendo "El tuper". La verdad es que me ha costado decidirme a incluir esta receta con su nombre original. Me temo que semejante denominación atraerá un determinado tipo de tráfico cibernauta que en realidad navega en búsqueda de otros placeres. Pero acertado o no, este es el nombre de esta deliciosa receta, con origen en un pueblecillo de La Rioja, llamado Rincón de Soto, conocido también por su magníficas peras con denominación de origen protegida.
Esta es una de las últimas recetas en hacerse un huequito en el tuper gracias a "la Pili", "el Tomás" y "la Tere", mis primos de Arnedo y Calahorra. Lo siento si los artículos determinados antes de los nombres propios llegan a producir escalofríos a los señores de la Real Academia de nuestra señora lengua, pero sin los artículos parece que no son de la familia.

INGREDIENTES
Bizcochos de soletilla
Un bote de leche condensada pequeño
Ponche Caballero
Leche
Coco

ELABORACIÓN
En una olla a presión se pone el bote de leche condensada, cubierto de agua, y se tiene hirviendo durante media hora desde que la olla comienza a echar vapor. Se saca el bote y se deja enfriar. Se prepara un cuenco con leche y un buen chorretón de ponche. Se cortan los bizcochos de soletilla por la mitad, se untan generosamente con la leche condensada y se unen haciendo un pequeño sandwich. Se moja en el cuenco con la mezcla de leche y ponche (sin empaparlos demasiado). Finalmente, se rebozan en coco rallado. Se meten en la nevera y se sirven muy fríos.

Patatas con sebo




Maridaje musical: "Uno que vive en Barcelona" nos sugiere Nube de hielo (de Benito Cabrera)

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Hoy se cuela en el tuper una receta especial. Si hay alguien que lea este blog y que haya comido alguna vez patatas con sebo, por favor que se haga presente, podemos formar juntos un club de frikis gastronómicos. Aunque es mi madre quien la cocina, la supervivencia de esta receta es un logro casi exclusivo de mi padre. Mi depósito de memorias infantiles incluye una escena recurrente en la que el pobre hombre suspiraba por volver a saborearlas y las invocaba a modo de peticiones indirectas, por si había suerte... "¡Vaya día que hace hoy para unas patatas con sebo!!!", "Anda que no hace tiempo que no nos comemos unas patatitas con sebo, ¿eh?". A fuerza de insistir, solía lograr su objetivo. Supongo que se debe precisamente a haber visto siempre a mi padre suspirar por ellas (supiros a los que con el tiempo se unió mi hermana la pija -lo cual aún era más sorprendente) y a las pocas veces que mi madre accedía a complacerles, que la receta adquirió rápidamente en mi tierna psique infantil unas connotaciones de manjar prohibido y deseado. En la actualidad, cuando nos entra apetito por ellas, suspiramos los tres a la vez, mi madre se hace la dura durante un par de semanas y finalmente, cuando menos lo esperamos, nos da la sorpresa de recibirnos al mediodía con ese aroma peculiar e intenso de las patatas con sebo. Es todo un ritual, pero así tiene que ser. Este guiso no es para comerlo a menudo. No sólo por su contenido calórico y su digestión pesada, sino también porque precisa de condiciones especiales para su ingestión. La patatas con sebo son una receta de invierno. Hay que comerlas muy calientes, recien hechas (del fuego al plato), así pues, su habitat ideal es un día blanco de niebla o nieve de esos en los que entras en casa frotándote las manos y te recorre un escalofrío de agrado al sentir el calorcito de la calefacción. Con un tinto de rioja, no necesita más acompañamiento. Es, por naturaleza, un plato único.

INGREDIENTES

Patatas (medida: una vez peladas y troceadas, se calcula un plato por persona)
Sebo de cordero (unos 200gr. para cuatro personas)*
Una cucharadita pequeña de pimentón (dulce o picante, al gusto)
Sal
1 hoja de laurel
Un par de dientes de ajo

*¡Ojo! No confundir sebo con grasa o manteca. Primero, ha de ser de cordero y segundo, el sebo no es cualquier grasa, sino la telilla que recubre los riñones del cordero.

ELABORACIÓN
Se pelan y trocean las patatas. Se ponen a cocer en una cazuela plana con agua (que les cubra), la hoja de laurel y la sal. Las patatas, una vez cocidas, tienen que quedar jugosas, con algo de caldo. A parte, en una sartén se pica el sebo en trocitos pequeños y se pone a fuego lento para que no se queme y vaya soltando la grasilla. Una vez que se ha derretido la grasa y quedan las chinchorras, se añaden los dos dientes de ajo partidos por la mitad y se fríen un poco, sin que se quemen. Se retira del fuego, se añade la cucharadita de pimentón, se revuelve bien en el sebo derretido y caliente y se añade a las patatas, se le da un pequeño hervor y se sirven. Es importante comerlas cuando aún están bien calientes.